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El juicio político a Trump les dio a los republicanos la oportunidad de anteponer los principios al partido; la mayoría no lo hizo

A view of the House floor as Speaker Nancy Pelosi presides over a vote to impeach President Trump for the second time.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lidera el miércoles la votación para llevar adelante el juicio político contra el presidente Trump por segunda vez en poco más de un año.
(Chip Somodevilla / Getty Images)
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Poco después del ataque del 11 de Septiembre, en las horas penosas que siguieron, hubo un momento de esperanza en los escalones del Capitolio de EE.UU, cuando los miembros del Congreso, demócratas y republicanos, se unieron espontáneamente en una interpretación temblorosa pero sentida de “Dios bendiga a EE.UU”.

Fue un momento de gracia, un acto desafiante, una muestra decidida de unidad en un momento en que parecía que el país, después de una elección amargamente disputada y resuelta por un pelo, estaba desesperadamente dividido en bandos contrarios.

Hubo unos pocos instantes trascendentes este miércoles, en que los legisladores, por primera vez en la historia, votaron para llevar adelante un juicio político contra un mandatario por segunda vez durante su gobierno.

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La más reciente causa, la profanación y el saqueo del Capitolio por manifestantes violentos que fueron incitados por el presidente Trump y su agravio, recordó el impacto del ataque en la costa este a manos de terroristas que convirtieron una flota de aviones de pasajeros en una lluvia de misiles guiados.

La respuesta del miércoles, sin embargo, fue tristemente predecible y emblemática en un país donde un momento como el de hace 20 años parece un recuerdo de un pasado político lejano. Actualmente, cuando se trata de antagonismo partidista, parece no haber fondo.

Con todos los demócratas a favor del juicio político y las filas de los republicanos casi por igual en contra, el resultado nunca estuvo en duda. El nombre de Trump quedará oscurecido para siempre.

La situación solo dejó horas de explicaciones y discursos, conducidos bajo las reglas de la Cámara a la manera de un partido de tenis: un lado sacando, el otro golpeando en respuesta. El resultado de todo el ir y venir fue una recapitulación de los últimos cuatro años y sus crudas divisiones.

Trump como tirano. “Es un peligro claro y presente para esta nación que todos amamos”, afirmó la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, demócrata de San Francisco.

Trump como víctima. “Nos están dando un puntapié a todos”, expuso Matt Gaetz, republicano de Florida que sigue siendo uno de los defensores más devotos de Trump.

El debate tuvo lugar en un Capitolio con barricadas, que todavía tiene las cicatrices del ataque mafioso de la semana pasada y se parece a un campamento armado, con tropas desplegadas sobre sus pisos de mármol para evitar más incursiones. Pero eso aparentemente no importaba para un republicano tras otro, que se levantaron en defensa del vengativo presidente.

Para algunos, fue la oportunidad de remarcar una vez más las afirmaciones falsas acerca de la elección robada, defender los derechos de armas, celebrar a Trump y lamentarse por un presunto “doble estándar” imperante, al comparar las protestas del verano pasado contra el racismo con el intento de subvertir violentamente la voluntad de 81 millones de estadounidenses y anular una elección libre y justa.

Otros aprovecharon la ocasión para publicitar diversos puntos políticos. El representante republicano de California, Tom McClintock, de Elk Grove, usó una cubierta facial —obligatoria según las reglas de la Cámara— que decía “Esta mascarilla es tan inútil como nuestro gobernador”.

La representante Marjorie Taylor Greene, republicana de QAnon de Georgia, llevó un cubrebocas negro que decía “Censurado”; la contradicción aparentemente se diluyó mientras ella le habló a una audiencia nacional compuesta por millones de personas.

Hubo cierto reconocimiento —aunque a veces a regañadientes— de la culpabilidad de Trump en el asalto letal de la semana pasada, su incitación a sus partidarios antes de que marcharan las 16 cuadras por Pennsylvania Avenue para atacar el Capitolio.

“El presidente es responsable del ataque del miércoles al Congreso por parte de una masa de alborotadores”, expuso el líder republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, con la garganta apretada por la emoción cuando, por primera vez, pidió cuentas públicamente a Trump. El republicano de Bakersfield también rechazó la falsa afirmación de que izquierdistas camuflados como partidarios de Trump hayan sido responsables por la violencia de ese día. “Algunos dicen que los disturbios fueron causados por antifa”, prosiguió. “No hay absolutamente ninguna evidencia de eso. Y los conservadores deberían ser los primeros en decirlo”.

El legislador reconoció —algo que anteriormente no había hecho— que el demócrata Joe Biden ganó las elecciones de noviembre y que jurará adecuadamente la próxima semana como el presidente número 46 de la nación, sin hacerse eco de las afirmaciones fabricadas por Trump acerca del robo de la elección.

Sin embargo, como muchos de los defensores del mandatario, McCarthy se opuso al juicio político por motivos de procedimiento. Demasiado apresurado, señaló; muy provocativo, un mal precedente. Además, Trump se irá en una semana, de todos modos.

El juicio político, continuó McCarthy, solo serviría para dividir aún más a la nación en un momento en que necesita desesperadamente ser sanada. “En este país”, afirmó solemnemente, “resolvemos nuestras disputas en las urnas”.

Algo que no se mencionó fue el hecho de que McCarthy, hace solo una semana, se unió a 138 miembros republicanos de la Cámara —más de la mitad de su número en el recinto— para votar por anular las elecciones del 3 de noviembre y negar la victoria de Biden de modo que Trump pudiera cumplir ilegalmente otros cuatro años.

Fue una demócrata que invocó las palabras de una republicana quien demostró que al menos algunos miembros del Congreso pueden superar la moda actual del partidismo instintivo.

Steny H. Hoyer, de Maryland, segunda demócrata en el liderazgo de la Cámara, concluyó la presentación del caso contra Trump citando a Liz Cheney, la republicana en tercer lugar, y su feroz condena al presidente. Sus acciones, que provocaron el ataque a los legisladores, manifestó Cheney en una declaración escrita emitida el martes por la noche, fue la mayor “traición de un presidente de Estados Unidos a su investidura y su juramento a la Constitución” en la historia de la nación.

Cheney optó por no hablar el miércoles. Al final, solo otros nueve republicanos se unieron a ella y a 222 demócratas para sancionar al mandatario por la insurrección que ayudó a desatar contra ese mismo gobierno que juró proteger y defender.

Dios bendiga a EE.UU; el país necesita toda la ayuda posible.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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